“A este país se lo llevó quien lo trajo”, fueron las palabras que ofreció el joven detrás del mostrador del Departamento de Archivo de la Oficina Administrativa del Cementerio General del Sur a una familia que reclamaba la profanación de la fosa en la que reposaban los restos de sus parientes desde hace ya 40 años.
Rayli Luján / Venezuela al Día
Él y su compañero intentaban canalizar una denuncia que se ha hecho repetitiva. Oswaldo y Yolanda, dos hermanos que no visitaban la tumba de sus padres desde hace 8 meses, la habían encontrado violentada y vacía.

Rubén -cuyo nombre real no será revelado por motivos de seguridad- indicaba que esta era una más de las tantas denuncias de violación de nichos, panteones y fosas que habían recibido en los últimos años.
Acompañados de un cartel en el que se lee: “Aquí no se habla mal de Chávez”, un par de estantes con libros cubiertos de polvo, un cuadro de Hugo Chávez, otro de Nicolás Maduro y una lista con los costos de mantenimiento, los trabajadores públicos explicaban que la falta de seguridad es el principal problema en el recinto.
“Allí al frente, donde estaba la funeraria antes, existe ahora un módulo de la Guardia Nacional Bolivariana, pero le apuesto que desde que llegaron no han visto ni uno”, apuntó uno de ellos.

Los familiares a la espera de más explicaciones asintieron con la cabeza. Uno de ellos se atrevió a preguntar sobre el destino de los huesos que extraen del camposanto.
“Mira, en principio se hablaba de paleros. Ahora también hablan de garimpeiros. Son las personas que buscan oro entre los cuerpos. Puede ser una pieza pequeña, como un diente, un anillo o cadenas”, señaló uno de los abogados, quien portaba una chaqueta de la Alcaldía de Caracas y se encargaba de proporcionar información “extra” a los usuarios.
Otro de los funcionarios le apostó más a la teoría de la santería. Y es que desde que ingresas a las instalaciones de uno de los cementerios más grandes de Venezuela, puedes observar en cada esquina a un seguidor de esta religión.
“Esto no es santería nada más, claro. Va más allá. Tiene que ser otra cosa. Usan los huesos y eso no es correcto, pero ¿cómo hace uno? Aquí entra gente a toda hora y no les podemos negar la entrada”, resaltó el joven al clavar su mirada en la acera del frente, donde se encontraban sentados dos policías municipales revisando sus teléfonos celulares.
La inseguridad y la falta de control salieron a relucir nuevamente en la conversación. En los últimos meses las denuncias han incrementado en torno al ingreso de vehículos en horas no autorizadas. “Vienen en grandes camionetas, con música alta y con sus implementos (de palería), y nadie les dice nada”, exclamó uno de los encargados del archivo.
Unas sí y otras no
En el camino de la tumba profanada de sus padres a la oficina administrativa, Oswaldo le hizo una observación a su sobrino y a su hermana, Yolanda. Algunos panteones y fosas estaban intactos, aún cuando se encontraban en la misma zona de sus parientes.

“¿Por qué unas sí y otras no?”, preguntó Oswaldo al personal del Cementerio. “Es por el pago que le hacen a los cuidadores. Como una renta mensual para que les resguarden sus terrenos. Si ellos ven un movimiento extraño en las noches, les dicen a las personas que se alejen”, sostuvo Rubén.
Oswaldo, quien se decantaba por lo esotérico, comentó que un amigo mayombero le explicó sobre el ritual que practican para solicitar el permiso de cada alma con el objetivo de exhumar sus cuerpos.
“¿Ah sí? Pero casualmente ese grupo que está allí no ha dado ese permiso”, agregó Yolanda al estirar su mano hacia los primeros panteones que se observan al ingresar al Cementerio, justo a mano izquierda.
Se trataba de la zona en la que se encuentran sepultados personalidades del chavismo como: Jorge Rodríguez padre, Lina Ron a dos espacios, Eliécer Otaiza en la acera de enfrente, Robert Serra y María Herrera justo al lado.
Modernas estructuras les acobijan, al menos a Ron, Otaiza, Serra y Herrera, quienes fallecieron más recientemente.

Entre cerámicas de colores claros, banquillos, granitos y frases tan contundentes como: “Con Chávez todo, sin Chávez plomo” de Lina Ron o “Nuestra prioridad no es un cargo sino hacer irreversible la revolución” de Robert Serra, estos privilegiados monumentos que no han sido violentados, dejan ver que los protege algo más que suerte o puro respeto.
Bien lo confirma el sepulcro del expresidente Isaías Medina Angarita, el panteón de la familia Razetti, o el mausoleo de Joaquín Crespo, que lamentablemente no han corrido con la misma suerte y en la actualidad algunos de ellos son usados como espacios para aquelarres.
Pocas respuestas, pocas opciones
Después de unos minutos y una breve inspección en la fosa familiar por uno de los cuidadores del Cementerio, el abogado propuso a Oswaldo y Yolanda la opción de exhumar, profundizar y limpiar.
Esta podía hacerse por la vía del pago de cánones correspondientes y documentación requerida o por un canal más rápido y “menos costoso” aparentemente.
El costo por exhumación se ubica en 2.000 bolívares soberanos por cada cuerpo, el mantenimiento anual en 500 bolívares y en caso de que opten por la cremación, se debería cancelar un total de 3.500 bolívares soberanos por cada cuerpo, además del traslado que debería hacerse hasta el Cementerio de El Junquito, donde se está realizando el servicio.
Los hermanos evitaron profundizar en los impuestos o en el trámite de sucesión -por estar el terreno a nombre de uno de los fallecidos- y optaron por escuchar el segundo presupuesto, de mano de los cuidadores y sus supervisores.
Alrededor de 10.000 bolívares soberanos les costaría recuperar el lugar donde sus padres descansarían. Un trabajo rápido pero una suma importante que ahora debían replantearse con cada miembro de la familia, debido a que la opción B, que consistía en vender la parcela estaba desecha.
“Queríamos vender. Era nuestra opción antes de saber que no se llevaron todo. Quedan unos cuantos huesos y otro cuerpo. Por la venta nos hubiesen podido dar 20.000 bolívares, pero teníamos que buscar el comprador. Ahora nos toca conseguir la mitad de eso y tenemos que hacerlo. Estamos hablando de la última morada de nuestros padres”, fue lo último que dijo Yolanda antes de dejar la oficina.
Es incontable el número de familias que atraviesa este pesar en el Cementerio General del Sur, fundado hace más de 140 años. En julio de 2018, las autoridades capturaron a dos profanadores de tumbas y a pesar de estar conscientes de la miseria que reina en el lugar, han evitado declarar la emergencia que la comunidad solicitó hace meses.
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